
También salen desfilando unos monaguillos que este año van colocados detrás de los curas, más que nada, por precaución.
Dicho sea de paso desde que estoy en el Ayuntamiento ya han comprado siete varas de alcalde porque cada vez que un concejal preside algo en su nombre se le olvida devolverla y eso que son de madera. Si fuesen de oro pues uno lo entendería.
Ha llegado la hora de demostrar que el entrenamiento vale para algo. En mi municipio todo lo religioso se cuida mucho. Las hermandades llevan ensayando la procesión desde enero. En eso se parecen a los curas, que todos los días dicen lo mismo y todos los días lo leen. Pues la procesión igual. El mismo paso, las mismas calles, las mismas músicas y tres meses de ensayo. Yo creo que es una disculpa para echarse unos botellines con los amigos y no estar en casa.
De cara a las elecciones no puedo perder esta oportunidad de que mis vecinos me vean desfilar en un acto en el que nadie se atreve a protestar y que tiene la ventaja de que todos los asistentes guardan silencio.
A mi también me gusta salir en la procesión oculto tras el capirote. Permite observar de cerca los pechos de las señoras mientras que ellas están embobadas mirando las imágenes. Qué viejas están ya mis antiguas novias y que buenas se están poniendo sus hijas. Volviendo a mi baño de multitudes me he encargado un traje bueno para presidir la procesión. Y de paso unos zapatos. No creo que haya nadie en el ayuntamiento con mis mismas medidas, pero que nadie dude que si la indumentaria de presidir tuviese que devolverla la devuelvo sin problemas. Yo no quiero que nadie diga que me aprovecho de mi cargo y mucho menos por un único traje.
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