jueves, 19 de mayo de 2011

DIARIO DE UN CONCEJAL: La ciudad completa

Esto de las encuestas nos tiene a todos de los nervios. Mejor dicho, tiene muy nerviosos a los jefes. A mi me da igual porque estoy convencido de que vamos a ganar. Cuando afirmo que vamos a ganar me refiero a que yo voy a salir elegido concejal, que mi vida asegura cuatro años más de entrega al bienestar del contribuyente mientras este contribuye a mi bienestar. Lo que se dice sinergia asimétrica propiamente dicha.

Anticipo los resultados electorales porque soy un sociólogo pedestre y entiendo por donde van las cosas. Es decir, hablo con la gente y la gente lo que quiere es que le solucionen las cosas; lo que antes se llamaba hacer favores.

Me tienen degollado yendo de una zona a otra, por no decir barrios. Que si un mercado, que si una asociación de vecinos, que si los comerciantes de la zona, que si todos tienen problemas y todos quieren escuchar que se los vas a solucionar (aunque luego voten a otro y sólo te tiran de la lengua para luego sacarte los colores).

Esto de la política es muy sacrificado. Un sin vivir. El otro día estuve pensando en si los antiguos rusos no tendrían razón: el secretario general de las Juventudes Comunistas tenía por lo menos 45 años y era calvo. Eso es lo que decían los libros de historia. Donde va a parar. Poderío y saber manejar los tiempos, por lo menos los propios.

Y ahora, qué vamos a decir de ahora. Te viene cualquier chiquiliquatre y te monta un pollo cuando estas hablando delante de una masa de gente de veinte personas que están embelesadas escuchándote porque después hay cervecita gratis.

Es lo que tenemos que tragar los que nos dedicamos a esto en cuerpo y alma, todo un sacrificio. Al final será lo que yo digo: ganamos y otros cuatro años más.

Lo último que se me ha ocurrido es hacer que algunos conciudadanos participen en la campaña. Es que como no doy abasto generando ideas para soltar en los mítines les pido ocurrencias a algunos conocidos y así ellos se sienten importantes y yo más descansado.

La última me la ha dado el dueño de una gasolinera próxima. Dice que la mejor forma de conocer la ciudad es incitar a los lugareños y turistas a recorrerla entera para lo cual propone que la señalicemos completa con calles de un solo sentido. Como el IKEA, que para comprar una vela de 50 céntimos tienes que recorrer tres kilómetros de tienda. Me ha parecido interesante pero todavía no me ha dicho si sólo está pensando en vender más gasolina o si piensa repartir solidariamente los beneficios. Todo se hablará a partir del lunes.

martes, 17 de mayo de 2011

DIARIO DE UN CONCEJAL: Mearse en la procesión

He dudado durante días escribir sobre este asunto en mi diario. Me he decidido porque pienso que lo que a un cargo público le ocurre lo deben conocer sus administrados. El tema, además de escatológico puede molestar a los creyentes, porque los creyentes suelen molestarse por todo. Pero vamos al hecho.
Menos mal que por primera vez hice caso a mi mujer y a otras mujeres que no son la mía y me dediqué a entrenarme para salir de nazareno. Que ya tiene narices ensayar durante meses para hacer lo mismo que todos los años. Cuando uno lo ve desde fuera es muy bonito pero, cuando uno se pasa horas haciendo pasito para adelante, parón, pasito para adelante, cansa. Y, además, para poder ver lo que hay a tu alrededor tienes que estar todo el rato tirando del antifaz para que se te pegue a la cara.
Y menos mal que he hecho caso (en esta ocasión a un amigo mío) y no me bebí cuatro cervezas antes de salir. Pero dio igual. Cuando la vejiga aprieta date por apurado.
La Cofradía ha estado muy renombrada y en boca de todos por un nazareno que la gente pensaba que tenía espasmos. Salió incluso en los periódicos.
Creo que ese era yo. Pero me movía porque me meaba. Me meaba en grande en un tramo donde no había ningún bar ni parque. Así que tuve que empezar a moverme con mi ritmo alrededor del cirio. Eso fue al principio. Luego vinieron los saltitos y luego los botes. Al final fueron botes más altos que los que dan los Masai y terminaron con carreras entre todos los tramos de nazarenos. Eso si, la gente que se agolpaba en las calles y que el resto del año siguen siendo excelentes cristianos porque cumplen con sus obligaciones religiosas, aplaudían.
La solución fue sencilla: dejar que el líquido fluyera poco a poco. Eso si, el reguero duro kilómetro y medio. Y lo jodido, por no decir complicado, es que cada ratito había que parar. Y claro, no se puede hacer charco porque canta mucho, se da cuenta el de atrás y para joderte te pone la túnica llena de cera. Porque todos somos buenos hasta que nos joden. Hay que entender que el de atrás había hecho promesa, iba descalzo y, por lo tanto, no le debía resultar muy agradable ir pisando "líquido" durante kilómetros.
Lo más importante: después de montar una pequeña confusión -para eso los políticos somos magistrales- antes de entrar en la Iglesia y que hubiera un movimiento de hermanos, me cambie de sitio. Maniobra de distracción ayudado por el anonimato que da el capirote.
Por lo tanto, y como es conveniente ante estas cuestiones, le pedí al Hermano Mayor que abra una investigación ante el comportamiento nada tolerable ni cristiano de uno de los hermanos que corría desaforado no se sabe porqué. Los políticos estamos para corregir errores y evidentemente me puse a su disposición para ayudar y solucionar problemas y esclarecer el suceso. Quiero que encuentren al que se meó en la procesión y le den su merecido. Lo pido porque nunca vi una comisión de investigación que empurase a un culpable.

miércoles, 4 de mayo de 2011

DIARIO DE UN CONCEJAL: Gadafi y las tres varitas

En las marismas de Doñana y en posguerra me cuentan que un cabo de la Guardia Civil recibió la orden de hacer salir del territorio a cuantos gitanos (perdón, miembros de la etnia gitana) no fuesen de la zona.

El método elegido por el agente, a fuer de original, se mostró efectivo. Cuando encontraba a los de la etnia acampados en lugar indebido llamaba a los dos varones más significados del campamento y en su presencia cortaba tres varitas de la flora marismeña que sirviesen de fusta vegetal. Le entregaba una a cada miembro de la etnia gitana y la tercera se la quedaba el cabo.

Incitaba a los calés a que se diesen uno a otro de varazos bajo la sugerencia de que si se negaban sería la autoridad la que procedería a probar la flexibilidad de la ramita. El caso es que, a poca insistencia del benemérito cabo, los dos miembros de la etnia gitana se breaban de lo lindo. Terminada la tunda el guardia sacaba de su cartera de camino una máquina de esquilar y a cada uno de los miembros de la etnia gitana les rapaba una gran cruz en la cabeza. Indeleble e incruenta marca que tardaría en desaparecer meses, los mismos que la tribu trashumante debía ausentarse, por su bien, de la marisma onubense.

Con Gadafi está pasando lo mismo. Al grito de “culo veo, culo quiero” una oposición de desconocida procedencia copia los tumultos norteafricanos y arábigos y se enzarzan contra el coronel libio. El amigo de occidente reacciona como es propio en alguien de su catadura. Ya tenemos liados a varazos a los de la etnia libia. Y al benemérito cabo occidental presenciando la trifulca. Ahora toca intervenir. Occidente saca de la cartera de camino a sus tropas y hace una cruz en el pelo a Gadafi y otra en la cocorota de los rebeldes que hasta ahora nadie conocía. Así nos aseguramos de que el ejército libio y el país en general quedan hechos unos zorros. Después les vendemos más armas a cambio de comprarles petróleo barato para poder reconstruir el desastre y todo en nombre de la salvación del pueblo y la libertad. En tres décadas –hasta que les vuelva a crecer el pelo- no queremos ver más problemas en el norte de África, por lo menos en Libia.

Esta es la teoría que tendré el placer de exponer más detalladamente en la Casa de la Cultura de mi localidad ahora que he conseguido un buen puesto en las listas electorales tras lidiar con practicantes de todas las modalidades del sexo. Eso y hacerme un hueco entre acuarelistas, mamás que hacen punto de cruz y niños tontitos haciendo ballet, que es para lo que valen las Casas de la Cultura.

Y es que he decidido ser el concejal que más sabe de asuntos internacionales, entre otras cosas porque en un grupo donde nadie sabe de nada es fácil hacerse especialista en algo.

Se me queda pequeño el municipio y lo del hermanamiento de pueblos y ciudades sólo servía para que viajasen a paraderos ignotos el alcalde y su señora. Nuestro municipio merece un puesto en el concierto de las naciones y quien mejor que yo para ser su hombre en las instituciones mundiales conociendo países, alojándome en buenos hoteles y cobrando insuficientes dietas por mis desvelos. Lo malo es que en la medida que me acerco al mundo me alejo de los vecinos, pero, entre nosotros y sin que a nadie se le ocurra contarlo, también me evito muchos coñazos.

Por último hacer referencia a lo de Japón. Yo creía que como cada semana el telediario nos deleitaba con un nuevo robot japonés que cuando no fregaba, limpiaba, si no servía la mesa, hacía la cama, cambiaba bombillas, regaba las plantas, subía y bajaba escaleras o bailaba tangos, tendrían algún robot para apagar centrales nucleares. Y veo que no, que hay que llevar jubilados suicidas. Todavía tengo mucho que aprender de cosas internacionales. Pero voy por buen camino. No hago caso ni a Arístegui ni a Trini. Éxito asegurado.