viernes, 7 de octubre de 2011

DIARIO DE UN CONCEJAL: Estrategia para pasar la ITV

Otra vez a vuelta con los nervios por las elecciones generales. Con lo bien que estábamos continuando la gobernabilidad de los ciudadanos en pos del bienestar conjunto –en el que se incluye el nuestro- para tener que andar con las zarandajas de preparar mítines o lo que se les ocurra a los listos del partido. Menos mal que siempre hay mucho voluntario que se quiere hacer notar para medrar y es el que la pringa.
Con lo importante que es hacer otras cosas. Por ejemplo, pasar la ITV. Antes, cuando teníamos a nuestra disposición un pelotón de chóferes en el Ayuntamiento, se lo encargabas a uno de ellos, le invitabas a un café, le firmabas un par de horas extras y todos tan contentos. Ahora, como están mano sobre mano, no quieren oír nada que tenga que ver con coger un volante que no sea el de su coche particular.
Así que hemos tenido un cisco en casa de tamaño considerable a cuenta de la ITV. Y es que para esta cuestión hay dos temas importantes: dónde está aparcado el coche y dónde están las llaves. Como durante tanto tiempo no lo hemos necesitado a todos se nos olvidó en qué calle lo habíamos dejado estacionado. Propuse, con la negativa general de la familia, un plan para encontrarlo. Cuadriculé el plano de nuestro barrio y a cada uno de los miembros de mi hogar y sus allegados más gorrones (es decir, novias, amigos…), les asigné una zona. Estrategia militar pura y dura. El problema es que el coche no fue hallado, y eso que les hice intercambiarse las zonas por si alguno se había despistado.
Al final apareció. Eso sí con la colaboración ciudadana, que en este caso como en muchos otros siempre es interesada. Ante el griterío que se escuchaba en el portal cuando la familia tuvo que salir por segunda vez de expedición y yo me quedé para organizarlo todo, el portero –totalmente preocupado por la convivencia- se acercó serenamente y bajito al oído me dijo: el coche lo tienen ustedes en el garaje. Pasado el medio segundo de sorpresa tuve que decirle que ya lo sabía y que esta trapisonda familiar era totalmente deliberada para que no se instalaran en el confort. El portero se mostró satisfecho por la contestación y sobre todo por el billete de veinte euros que le puse en la mano bajo la promesa de que no dijese nada, que eran temas familiares donde es mejor no entrar. Me costó también dejarle el café de una semana pagado en el bar de enfrente.
Cuando llegaron todos cansados y vociferando no tuve más remedio que ponerme serio en medio del portal y decirles que eran una panda de vagos que vivían de la sopa boba –o como se diga- y que estaban en el mundo porque tenía que haber de todo. Toda esta retahíla, y un poco más, con talante enfadado, llegando casi a la indignación. Tuve que decirles que lo tenían todo hecho y que ninguno, ni ninguna, se acordaba de que el coche estaba en el garaje y que si esto era así, como velarían por el patrimonio familiar. Según lo estaba contando vi la oportunidad y para velar más por nuestro patrimonio les reduje a la mitad durante un semestre las aportaciones económicas semanales, incluso a mi mujer, con lo cual subieron todos a casa encabronados y yo con la tranquilidad de que no iban a hacer nada más que aguantar. Al portero le di otros veinte euros (una miseria para lo que me había ahorrado con la perorata) y aumenté la invitación a copita de “sol y sombra”, que siempre ha hecho mucho bien al gremio de los empleados de fincas. Pasar la ITV ahora será cuestión de estrategia. Es lo que tienen los recortes de presupuesto. Te quedas sin coche oficial y encima tienes que pasarle la ITV al tuyo. Se va acabando el estado del bienestar.