jueves, 30 de septiembre de 2010

DIARIO DE UN CONCEJAL: Una huelga contra nadie

Una huelga consiste en que los asalariados por cuenta ajena no vayan al trabajo sin aducir enfermedad, vacación, día de asuntos propios, “moscoso” funcionarial o defunción de familiar, enfermedad de pariente, boda, bautizo o comunión del entorno próximo. Sé de alguno que ha sacado rendimiento a tener madre casquivana aprovechando la muerte de sus muchos padres para no ir a currar.
Lo demás es lo de todos los días, la lucha entre el amo y el manobra. Uno engaña en el sueldo y el otro en el trabajo y todo acaba en escasa productividad.
Yo soy servidor público, es decir me pagan aquellos a los que perjudico. Aunque me pagan poco, como soy cumplidor, perjudico más para que no se diga que no me empleo a fondo. Eso sí, los perjudico por su bien.
Ellos también se aplican en el autocastigo. El día de huelga es uno de los pocos días del año -quitando el de la comida de Navidad- en que los trabajadores van de madrugada y contentos a su centro de trabajo. La cuestión es sencilla: van a hacerle la puñeta a otros compañeros. Es una cuestión de joder, gran afición del español en todas sus vertientes semánticas.
Consiste en juntarse un buen número de colegas delante del centro de trabajo e intentar convencer por medio de insultos a los que van a trabajar, tengan servicios mínimos o no. Si encima aparece alguno de los jefes o incluso el gerente, mejor que mejor. Desde la segunda fila se le menta a la madre, sobre todo cuando el tonto de la primera fila está terminando de bostezar, para que el gerente se de la vuelta y guinde al otro. Luego cuando llegan los despidos el gerente se hace piquete y mete paquete al que pareció acordarse de su progenitora. Despido improcedente que acaba procediendo y cada vez más barato.
A lo que íbamos. Lo del piquete dura un par de horas mañaneras y es importante que no abran las cafeterías del centro para que de sensación de que la huelga es un éxito. Algunos de los del piquete vuelven a casa contando lo bonito que es ver amanecer. Luego hay que hacer tiempo hasta la gran manifestación paseando con las banderas por las calles. Una vez finalizada no hay que meterse con los bares porque después del trabajo realizado hay que tomarse una cerveza y comentar la jugada. Yo la huelga no la veía clara porque no iba contra nadie y en este país las cosas que no van contra alguien no hay que hacerlas. No iba ni contra el gobierno, ni contra la patronal, ni contra la banca, ni contra la iglesia, ni contra la familia, el municipio o el sindicato, ni contra el alcalde, ni contra los taurinos. O sea una huelga que solo podían seguir los que se rascan el periné, que ese día para secundar el paro ni se lo rascaron.
Les cuento estas reflexiones que compartía con mi socio y colega viendo a los manifestantes desde una cristalera del Ayuntamiento orgullosos de la calidad de las pegatinas, de las banderas y de las pancartas que fabricamos. Y pensar que mi amigo tuvo que convencerme a base de mariscadas para que me hiciese socio de su empresa de vinilos, merchandising y señalética, que es como se llaman ahora a las imprentas planfleteras, y que aquello me iba a reportar tantos beneficios. En fin todo sea por crear puestos de trabajo que es lo único que nos guía a los empresarios. Lo de ganar dinero es si no queda mas remedio. Y si no que se lo digan a Díaz Ferrán al que algún piquete debería haberle explicado contundentemente de que va lo que se ventilaba en la huelga.

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