lunes, 30 de julio de 2012

DIARIO DE UN CONCEJAL: Honoríficos sin honor

El acabose. El colmo del morro. Resulta que arruinan a la institución que presiden y cuando los llamas para que se disculpen, –porque si fuese para meterlos en la cárcel deberían ponerles los grilletes los guardias- les pones agua fresca, los tratas de señores sin que lo sean en lugar de dirigirte a ellos con los salivajos que merecen y se descuelgan con que ellos presidían, pero no tenían poder ejecutivo.

¿A que iban estos a la institución? Y digo institución porque si dijo Caja desvelo a qué iban. Iban a eso “DIRECTAMENTE A LA CAJA. A POR TODA LA CAJA”.

Pues iban a sentarse en un sitio fresco, con la luz y el teléfono pagado, y el coche, y el chofer, y las secretarias, y los regalos, y las comidas y también las de trabajo, a presumir de poder, a enchufar a sus hijos en las Cajas donde afanaban sus colegas, a dar hipotecas baratas a la familia cuando no a ellos mismos y a contemplar, hasta con deleite, como desahucian a los pobres que no han tenido la suerte de estudiar en las Business School de las pelotas donde se generan duques mangantes y señoritos con la corbata anudada por encima de la nuez que sólo entienden el amor como un balance, como una anotación contable.

Los concejales somos de otra pasta. De la pasta del Hay-untamiento, más humana, más cercana al ciudadano, menos rimbombante y más popular. Un jamón es un regalo entrañable que nos acerca al votante. Nada de escribanías de plata y pureras de cuero. A los concejales nos gusta ser Ejecutivos, pero de los de verdad, de los de mando y ordeno, y que nos saluden militarmente los guardias de la porra, y ser campechanos y dar palmadas en la espalda a los que nos votan.

Todavía recuerdo con añoranza aquellas comidas que pagaban los constructores en los que se podía hablar de todo menos de sus pasados de albañil y que acababan en el puticlub bebiendo güisqui de garrafa que rellenaba botellas de nombres increíbles todas con más de doce años en la etiqueta.

A la gente cercana a la gente nos sigue asombrando que estos gerifaltes ignominiosos no tengan mejor disculpa que decir “yo no mandaba, yo era un mojón con sueldo astronómico, yo era un inútil al sol, un vago retribuido con los mismos honorarios que miles de trabajadores juntos”.

En fin esta canalla son HONORÍFICOS SIN HONOR y están pidiendo a gritos que los mandemos a vivir para siempre a Las Barranquillas o a las 3000 viviendas y que pasen todas las penalidades que se han evitado con el dinero de los demás. Ah, y si pasan miedo mejor.

Pero es que empiezo a pensar que ellos mismos son los que dan miedo y generan penalidades y que ni en los barrios más pobres deberían darles cobijo. Estos roban hasta en las chabolas.

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