martes, 27 de julio de 2010

DIARIO DE UN CONCEJAL: Mariano, gandul y zángano


Lo que tiene el verano es que la mitad de la corporación no viene al ayuntamiento. Prosiguen las vacaciones del resto del año pero sin venir. Venir, lo que se dice venir, vengo yo a ocuparme de lo más urgente. Hasta ahora lo único que he hecho es recoger las invitaciones para llevar a la familia gratis a los conciertos.
Y entre lo urgente ha sobrevenido un caso lamentable que me ha obligado a abrir un expediente a un agente municipal por excederse en el celo profesional. No es que el hombre esté salido –que lo está-, no me refiero a ese celo. Lo que ha ocurrido es que sorprendió a un ciudadano a voz en grito exclamando “MARIANO, GANDUL; MARIANO ZÁNGANO” y en defensa del orden y el honor lo condujo a las dependencias policíaco-municipales y lo empapeló por insultar a Rajoy. El ciudadano argumentó que Marianos hay muchos y el agente municipal le respondió que “gandul y zángano solo hay uno” e insistió en la sanción.
Como es evidente llamé al agente al despacho del alcalde –que ocupo en su ausencia más que nada porque tiene un güisqui estupendo y una secretaria ídem- y le pregunté en qué se basaba para hacer tales afirmaciones. Le pedí explicaciones y me dijo que como Rajoy no ha hecho nada no hay pruebas, pero que él de vagos, gandules y zánganos sabe por experiencia propia y que no duda de la intención malsana del ciudadano revelando datos que deben seguir siendo confidenciales. Total que le he abierto un expediente y cuando pase el ruido lo cierro y aquí paz y mañana gloria, que no es cuestión de cabrear a los que se ponen en las rotondas con el alcoholímetro y se vengan de los concejales que tratan de hacerles currar.
Y poco asunto más he tenido que resolver. Como por la cosa del calor por no haber no hay ni plenos aprovecho para comer con los amigos que tienen la enorme suerte de haber mandado a la familia a la playa mientras ellos se mantienen al frente de sus obligaciones en la ciudad.
Qué satisfechos deben sentirse de hacer felices a sus mujeres y a sus hijos mientras ellos se sacrifican en la calorina urbanita. Para que luego difamen a los maridos. Yo no he podido conseguir que mi señora se vaya a la costa y la verdad, pues me siento apenado, pero con la crisis y el recorte de sueldos a los funcionarios la alcancía se me ha quedado escasa y la familia continúa a mi lado para mi sufrimiento por la incapacidad para enviarlos al mar.
En su compensación procuro agobiarlos poco, en concreto a mi señora, y paso el mayor tiempo posible fuera de casa haciendo como que me ocupo de que la ciudad funcione y de que todo esté en orden. Así ella se siente más libre y en algo la compenso. De todas formas para resolver estos asuntos estoy dándole vueltas a una idea sobre matrimonios y vacaciones que les contaré en unos días cuando la tenga redondeada. Será impactante.

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