martes, 8 de febrero de 2011

DIARIO DE UN CONCEJAL: Camareros ineptos

¡Esto es inconcebible y caro! Nos hemos dedicado durante este mandato a preparar a jóvenes camareros y el resultado, según he podido comprobar en una ronda de inspección con unos amigos que me ha hecho llegar a casa en condiciones un poco peculiares, es lamentable.
Muchas clases de inglés y francés para que entiendan a los turistas cuando piden una cerveza (porque parece que los extranjeros no saben pedir por señas lo que quieren beber, al igual que hacemos les españoles cuando salimos fuera y nos manejamos tan estupendamente), y se están olvidando de lo fundamental, que es cuidar al paisano.
Como digo: un horror y un montón de dinero público tirado a la basura porque estos son unos ineptos. Vas a un bar y te pueden saludar en varios idiomas (éstos se olvidan que desde que besé a primera novia me gustan todas las lenguas), pero, y aquí viene lo fundamental, les pides un simple, un normal, un tradicional aperitivo como es Campari, y parece que estás hablando con un camarero de la fisión nuclear en 1940 (y puede que de eso sepan porque todos son licenciados en paro y reconvertidos al sector servicios).
Un Campari, un simple Campari, y tienes que oír la peor frase: ¿y eso qué es? Como no quiero entrar en discusiones con posibles votantes pedimos una ronda de Cynar. Y ocurrió otro cuarto de lo mismo. Y entonces tengo que calmar a los que vienen conmigo que, aunque son del partido, no se juegan la reelección como yo. Lo peor fue cuando uno de los parroquianos pidió Pernod. ¡Anatema! ¡Anatema! . Me imagino la trifulca que podía haberse liado si pedimos Licor de Café, Tia María, Resolí, Lágrimas del Jabalón, Quina Santa Catalina, Anís Paloma o Cantueso. Al final tuvimos que beber cerveza, que de eso sí que tenían, aunque no saben tirarla.
Y no se vayan a creer que era un bar con camareros ecuatorianos o guatemaltecos o recién escapados de La Araucana, que son los que se están quedando con los bares porque son los únicos que aguantan largas jornadas y poco sueldo. No. Era un bar regentado por nativos, es decir, por españoles. Si, españoles de esos que si pides una copa de coñac –que realmente es de brandy pero bueno… no vamos a liar más la cosa- te preguntan altivos con su soberbia ignorante ¿con hielo?. Qué sabrán estos analfabetos enciclopédicos lo que es coñac.
Menos mal que decidimos irnos luego a un bar gallego que estaba a cincuenta metros. ¡Sorpresa! Estaba regentado por chinos. Pedimos una ración de pulpo a la gallega. Y tenían. Y nos lo tuvimos que comer y estaba bueno. Y aquí empezó la guasa: que me ponga una ración de zamburiñas. Y tenían y nos las tuvimos que comer. Y que me ponga una ración de navajas. Y tenían y nos las tuvimos que comer. Y les pedimos una ración de rabas. Y tenían y nos las tuvimos que comer (y además estaban muy buenas). Y ahora mejillones en salsa de tomate. Y también tenían (y buenos). Y claro, para acompañar la ingesta tuvimos que beber buenos caldos (que también tenían). Y acabamos jugándonos la cena a los chinos. Y sabían. Y nos ganaron, que para eso son chinos y cuando les miras a los ojos no sabes si te están engañando.
La chulería nos costó lo que no está en los escritos. Y cuando salimos tuvimos que hacer lo más razonable: vomitar- Tanta comida de mar no debe ser buena para el cuerpo, porque al vino no hay que echarle culpa, que estaba bien bueno. Menos mal que a esas horas los votantes están en casa dormidos.
Y lo que más me jodió es que sabiendo sólo chino nos entendieron perfectamente. Vamos productividad y ganas de trabajar. Igual que los camareritos españoles.

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